Hacía tiempo que no colgaba ninguna receta de cocina. Estos caracoles en salsa son obra de mi tío: Ángel Molina Micol. Mi recomendación es, que aunque no te gusten los caracoles, leas la receta porque no tiene desperdicio. Desde aquí le doy las gracias por pasarme esta receta tan divertida:
Hay muchas formas de preparar caracoles y sus respectivas salsas, hoy me referiré a dos de ellas, veremos las diferencias y similitudes de prepararlas en el norte y sur de España.
Lo primero y principal para preparar la receta es disponer del caracol, o sea, hay que salir al monte pertrechado del equipo apropiado para intentar la caza y captura del susodicho gasterópodo. Para la caza es conveniente ir equipado de botas de montaña, traje de camuflaje, mochila con los elementos imprescindibles para una buena caminata, arco, flechas, una carabina y para casos excepcionales un obús del 40; también es indispensable un equipo completo de corredor de fondo, para casos extremos.
Una vez dispuestos con el equipo necesario, nos lanzaremos al monte o al campo en busca del molusco, el caracol es muy despierto y escurridizo, con lo que aconsejo se capture al levantar el alba, donde lo podemos encontrar medio dormido. Nos acercaremos a él, sigilosamente, aprovechando nuestro traje de camuflaje y una vez lo tengamos delante le daremos el alto, amenazándolo con el arco y las flechas, para en caso de que nos obligue a disparar no despertar al resto de congéneres; si se ha apercibido de nuestra presencia y comienza a correr, utilizaremos la carabina, que con buena puntería ya cazaremos alguno, si no nos parecemos a John Wayne lo mejor es utilizar el obús pero con cuidado de no acertarle de pleno porque quedaría inservible para la salsa (por decirlo de una forma refinada). Si esto tampoco ha funcionado ya solo nos queda embutirnos el traje de atletismo y correr detrás de él hasta agotarlo, cosa de uno o dos días depende de nuestra velocidad y resistencia.
Supongamos que hemos conseguido cazar al cornúpeta después de tanto avatar y pasemos al siguiente punto de la receta, secado y limpieza del molusco. Aquí encontramos la primera diferencia, los sureños colocamos al caracol embozado en harina en un recipiente cerrado y lo dejamos un par de días, comiendo y expeliendo sus excrementos hasta que queda purificado por dentro, en cambio los norteños, los meten en una bolsa con agujeros y los cuelgan al sol, durante un periodo de dos a tres meses, y me pregunto yo ¿a quién le apetece un caracol después de tres meses?, claro que aquí no podríamos hacer eso, si lo colocamos al sol, aunque solo sea un día, en vez de caracol obtendremos un churrusco requemado que daría muy mal sabor a la salsa. Para la limpieza externa utilizaremos, jabón de ducha, estropajo, un poco de vinagre y si lo podemos conseguir, una buena cantidad de cloroformo para adormecerlo ya que su manejo puede resultar altamente peligroso.
Con la salsa en si, hay otra diferencia, aquí la solemos hacer mas bien líquida, con un chorrito (botellón completo) de vino, una cebolla rehogada, se salpimienta y añadimos unas ramitas de laurel o en su defecto unos tallos de perejil y listo, colocamos el caracol en el centro y «p´adentro»; los de arriba suelen hacer una salsa bastante mas consistente, a base de pimientos, tomate, tocino, jamón, chorizo y cualquier otro derivado del cerdo que encuentren en el frigorífico.
Una vez elaborado el plato, tanto aquí como allá, el último paso es disfrutarlo, recomiendo para ello: una barra de pan, una botella de vino de Rioja o en su caso de Jumilla y unas cuantas servilletas; una vez todo preparado, cogemos el plato de caracoles lo tiramos directamente a la basura y utilizaremos el pan y el vino para comernos el huevo frito que habremos preparado al efecto porque a nadie les gustan los caracoles.
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